La inseguridad es el resultado del intento de seguridad. La salvación y la cordura consisten en el reconocimiento más radical de que no tenemos modo de salvarnos.
Cuanto más capaces somos de experimentar placer, tanto más vulnerables somos al dolor y, el dolor siempre nos acompaña.
Nuestro tiempo es una era de frustración, ansiedad, agitación y adicción. Anhelamos la distracción, un panorama de visiones, sonidos, emociones y excitaciones en el que debe amontonarse la mayor cantidad de cosas posible en el más breve tiempo.
Para mantener este “nivel”, la mayoría de nosotros estamos dispuestos a soportar maneras de vivir que consisten principalmente en el desempeño de trabajos aburridos, pero que nos procuran los medios para buscar alivio del tedio en intervalos de placer frenético y caro. Se supone que esos intervalos son la vida real, el verdadero objetivo que tiene el mal necesario del trabajo.
No es posible comprender la vida mientras uno trate de aferrarla.
Para gozar de placeres intensos, también hemos de soportar intensos dolores. Para ser plenamente humanos, rebosantes de vida y conciencia de las cosas, parece ser que hemos de estar dispuestos a sufrir por nuestra sensibilidad.
La mayor parte de la actividad humana tiene el propósito de hacer permanentes las experiencias agradables y las alegrías. Sin embargo, la vida es un proceso que fluye y el cambio y la muerte son partes necesarias e inevitables. Esforzarse por excluirlas es esforzarse contra la vida, o dicho de otra forma, pretender lo imposible.
El futuro carece de sentido e importancia a menos que, más tarde o más temprano se convierta en presente. Algunas personas no logran vivir porque siempre se están preparando para vivir.
Parecemos moscas que han caído en un recipiente con miel. Como la vida es dulce, no queremos abandonarla, pero cuanto más participamos en ella, tanto más atrapados, limitados y frustrados nos sentimos.
La vida, el cambio, el movimiento y la inseguridad son otros tantos nombres de la misma cosa. Resistirse al cambio, tratar de aferrarse a la vida, es como pretender retener el aliento; simple –y afortunadamente- no se puede.
La fijación nunca dará sentido al cambio. Creemos que dar sentido a al vida es imposible a menos que el flujo de los acontecimientos pueda encajar de algún modo en una estructura. Y no se puede “fijar” algo que fluye. La característica más importante de la vida es su movimiento y fluidez. Por eso, la única manera de hacer que el cambio tenga sentido consiste en sumergirse en él, moverse con él, participar en el baile.
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1 comentario:
Acabo de terminar este libro de Watts
y has podido rescatar la esencia de todo su postulado.
Sin dudas una lectura riquisima y abridora mentalmente para poder ser mas plenos como seres humanos.
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