luminación en un minuto-Alejandro Jodorowsky



Los que creen conseguir la mítica iluminación en un minuto, gracias a las palabras mágicas y secretas que un gurú se dignará comunicarles, cometen un error.
El progreso espiritual no se logra a punta de palabras. Ellas sólo sirven de flechas indicadoras del camino, pero éste debe ser recorrido con paciencia y perseverancia. La iluminación será la suma de acciones que hemos hecho para conseguirlas, es decir , el fruto de un colosal trabajo, que muy pocos tienen la paciencia de emprender.

La fábula de hoy habla precisamente de la impaciencia:

Una piel blanca, glacial, cubre la tierra. Cubierta de nieve, la vegetación dormita, dentro de sus madrigueras roncan los animales silvestres y en sus nidos los pájaros sueñan que multiplican con el brillo de sus alas los rayos del sol… En medio del invierno, un árbol que no duerme, piensa: “¿Por qué debo esperar que venga el verano para dar mis frutos? ¡Hoy mismo y no mañana quiero florecer!” Estira sus raíces hacia yacimientos profundos, succiona su energía, a riesgo de partirse las venas deja subir una savia formada con dolor, con quejidos hace crecer yemas en sus descortezadas ramas. Las hojas nuevas, impertinentemente verdes en la grisácea bruma, estiran sus bordes. El árbol derrite puntas de hielo, se sacude, quema jugos terrestres, vomita flores de terciopelo delirante y por fin, en estallido múltiple, se pone a parir naranjas, gritando: “¡He triunfado! ¡Mis frutos entre la nieve brillan como soles!” Pero es invierno, y nadie puede oír su canto de triunfo. “¡Aquí estoy, centro vivo de la muerte! ¡Despertad! ¡Pájaros: comed mis frutos de miel! ¡Cuadrúpedos: saboread mi pulpa tierna! ¡Insectos: sumergid vuestras trompas en mis jugosos cálices! ¡Soy dádiva de amor: no me dejen solo!”… Todo duerme, reina el silencio. Los dorados frutos, estériles, se pudren. Viene la primavera. El nuevo sol, con vitalidad de macho cabrío, hace temblar la tierra bajo la caricia de sus rayos y una bruma dulce sube con quejidos de pasión. Sin esfuerzo, los árboles florecen, los pájaros devoran sus frutos y dejan caer las semillas. Aparecen nuevos brotes de potente designio que enriquecen al bosque lujurioso… Tirado en el barro, como un gran gusano oscuro, el naranjo impaciente ve con desesperación cómo las hormigas comienzan a roer su calcinado tronco.

El florecer de un espíritu debe suceder a su tiempo, naturalmente, después de constantes esfuerzos y desvelos que deben ser realizados sin publicidad. Tratar de lucirse, dando a los procesos un bombo prematuro, es satisfacer la vanidad, más no el hambre y la sed de perfección.


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