El primero es sencillamente el silencio externo, una ausencia de ruido.
Luego está el silencio del cuerpo, una serenidad física creciente.
Paulatinamente se produce una serenidad mental.
Entonces descubrimos el silencio que surge como testigo de todas las cosas, y más tarde otros veinte niveles de absorción silenciosa en la oración y meditación. Profundizando más llegamos al silencio indescriptible que está más allá de la mente, el silencio que da nacimiento a todas las cosas.
Penetrar en el silencio es un viaje, un soltarse en niveles progresivamente cada vez más profundos de serenidad, hasta que desaparecemos en la espaciosidad”.
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