Para alcanzar la claridad y la estabilidad mental se requiere estar consciente de las cinco imperfecciones de la meditación a fin de no incurrir en ellas:
1) Una actitud letárgica ante la meditación.
2) El olvido del objeto de meditación.
3) Las constantes interrupciones que llevan a la mente a la pereza o a la agitación a causa de los deseos que se experimentan en ese momento.
4) La incapacidad para impedir que sucedan esas interrupciones.
5) La dispersión como producto de la imaginación y la adopción de medidas inadecuadas para enfrentarla.
Ahora bien, conviene saber que la meditación tiene diferentes grados o niveles; tradicionalmente se habla de nueve estadios que describe el Dalai Lama de la siguiente manera:
1. Dirigir la mente al objeto seleccionado para la concentración.
2. Ejercer un esfuerzo continuo sobre el objeto.
3. Tener la capacidad de percibir de modo inmediato cualquier distracción mental, para reducirla inmediatamente.
4. Poseer una visión nítida del objeto que está siendo el foco de la meditación, a fin de distinguir hasta sus más pequeños detalles.
5. Fortalecer el acto de concentración para que la mente asimile los beneficios de la meditación.
6. Expulsar cualquier pensamiento y emoción que se oponga a la meditación, por ejemplo, indolencia, distracción, recuerdos y esperanzas.
7. Mantener con perseverancia la ecuanimidad, para que no haya preocupaciones.
8. Evitar todo tipo de distracciones, dedicando todos nuestros esfuerzos a la meditación.
9. El último estadio se logra cuando el meditador ya no requiere recurrir a ninguna técnica o acción para continuar con su meditación.
Para desarrollar con éxito los nueve niveles se requiere el auxilio de facultades complementarias del adiestramiento práctico budista de la concentración y de la meditación. Las facultades auxiliares son, entre otras:
auditiva (mantras, cantos, música o inclusive el canto de los pájaros);
reflexiva (por ejemplo, estar convencidos de que la meditación es benéfica y saludable);
memorística (tener claro en qué estadio meditativo estamos);
conciencia (debe estar abierta, lúcida y sensible a toda experiencia);
energía mental (enfocada si hay distracción y suelta si ya hay estabilización mental) y, por último,
la facultad de perfección (ir mejorando gradualmente la calidad meditativa).
Igualmente, el logro de los nueve niveles de meditación requiere un equilibrio efectivo entre la meditación de concentración o calma estabilizada de la mente y la meditación analítica. Por medio de la primera se llega a comprender la naturaleza real de los cinco agregados que constituyen al ser humano (cuerpo, sensaciones, percepciones, volición y conciencia); aquí la concentración unidireccional, o enfocada a un objeto, ayuda a la comprensión de los objetos y fenómenos. En torno a este punto, el Dalai Lama afirma que “Demasiado análisis perjudica la concentración y una concentración excesiva aleja al meditante de la sabiduría analítica. La práctica (meditativa) es una mezcla armoniosa de los dos tipos de meditación”.
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