La serenidad, o el silencio, no es apaciguamiento; no es quietud. Implica la trascendencia de todas las palabras o pensamientos, denota un estado de más allá, de penetrante paz. No es una “mente serena”, es la serenidad en sí misma.
No es algo disciplinado que provenga de tu propio esfuerzo. No es nada que haya que practicar, sino que hay que entender, amar. Debes jugar con ello en lugar de resolverlo. Es la ausencia de intelección.
Sí, de eso es de lo que trata la meditación, de la ausencia de actividad mental. La mente deja de pensar; la mente está silente. No hay rastro de actividad mental, es pura conciencia en la tranquilidad de la ausencia de todo.
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