No querer controlar todo- Jorge Garcia Montaño



Dedicamos un tiempo, espacio y energía excesivos a lograr el control y manipulación del flujo de las cosas. Es la vivencia que se resiste al movimiento imperante de los objetos y de los fenómenos, que aparecen, están ahí y se desarrollan para más tarde desaparecer.

Al resistirnos a aceptar la dinámica propia de las cosas de la vida, deseamos detener o desaparecer todo aquello desagradable y que no cumple las expectativas de nuestros deseos; es un deseo de que las cosas que rechazamos desparezcan lo más pronto posible, y en muchos casos actuamos para lograrlo; he aquí la raíz de la agresión y de la violencia.

Es así como transcurre nuestra vida y como las creencias y las emociones desenfrenadas la gobiernan. Nos conducimos por los pensamientos, por los sentimientos como objetos arrasados por los tiempos modernos, por el maremágnum de la economía, por los requisitos competitivos del status quo y de la identidad. Estamos totalmente ensimismados en el logro de la riqueza, la fama, el placer y el reconocimiento; y en cambio, huimos despavoridos de la pobreza y nos entra una terrible ansiedad ante el anonimato social, el sufrimiento y la crítica personal.

Cuando se busca la verdadera felicidad y una alegría estable, se requiere, para empezar, dejar de obsesionarse por tener bajo control todos los aspectos de la vida propia y la de los demás. Pero no se trata de asumir una actitud de indiferencia o de indolencia, sino de plena aceptación al presente tal como es.

Mantener esta atención en el presente, sin apego ni aversión, hace posible comprender los elementos que producen una circunstancia o situación determinada; a partir de esa toma de conciencia objetiva y clara, podemos realizar acciones para prevenir daño o generar bienestar, dependiendo de la situación concreta que estemos viviendo.

Para el Dalai Lama, hay tres propósitos en la vida: la felicidad, la alegría y la satisfacción. A su vez, existen tres fuentes básicas para producir cada uno de estos estados vivénciales: amor, compasión y buen corazón. Al poseer estas tres actitudes, aunque nos encontremos frente a condiciones adversas y situaciones incómodas y dolorosas, con certeza la perturbación y la aflicción disminuirán significativamente. En cambio, con actitudes de odio, codicia e ira, cualquier condición adversa provocará la falta de paz interna.

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