Saber enfocar la vida-Juan Manzanera



 

La cosa no es sentarse a meditar en una postura particular y cerrar los ojos y tratar de concentrarse. El asunto es vivir la trama de la vida con paz y alegría interior. La meditación sentada es sólo un entrenamiento para la vida, para afrontar la vida y sus dificultades desde una conciencia más amplia y profunda.

     El meollo de la cuestión reside en lo que percibimos, en cómo y dónde miramos y desde dónde sucede este percibir. Lo primero es percatarse de dónde ponemos nuestra atención pues dependiendo de dónde fijamos la vista así será nuestro mundo.



Conozco a una persona que nunca ve lo bueno de los demás sólo se fija en lo malo, durante años esta persona ha creído firmemente que todos somos egoístas y que no se puede uno fiar de nadie. Lo cierto es que ahora vive sola con su madre a quien no soporta y sin apenas salir, pensando que todos están en su contra y le quieren hacer daño. Este es un ejemplo extremo, pero todos estamos en la misma situación cuando nos referimos a algunos aspectos esenciales de la vida. Hay muchas cosas que nunca atendemos y otras que les damos demasiada realidad. No ver lo esencial nos condiciona y nos obliga a reacciones automáticas emocionales que nos destruyen.

En la tradición clásica hay ciertas verdades fundamentales que necesitamos percibir si deseamos una vida más plena y satisfactoria. La cuestión es que cuando no percibimos algo, no existe para nosotros. De modo que no percibir esas verdades nos lleva a ignorar que existen y la consecuencia de ello es infelicidad, frustración, insatisfacción y sufrimiento. Por consiguiente, lo que entrenamos en meditación es la fuerza mental que necesitamos para saber dónde y cómo atender lo que nos sucede en el vivir cotidiano

La tradición afirma que si queremos llegar a un punto de menos sufrimiento necesitamos hacernos conscientes de tres cosas: La naturaleza efímera del mundo, la insatisfacción de lo sensorial y el vacío. La idea es que necesitamos empezar a percibir estos tres aspectos.

Todo es transitorio

En primer lugar se trata de prestar atención a todo lo que nos rodea y ver que todo está cambiando continuamente, que nada perdura y que todo es efímero, fugaz y temporal. Si atendemos a esta verdad podremos relacionarnos de una manera más realista, ser más flexibles y ser más capaces de adaptarnos a las demandas del entorno. Por el contrario, si no vemos la naturaleza cambiante, nos encontraremos en estados continuos de frustración al no conseguir lo que necesitamos, perder lo que tenemos, encontrar lo que no deseamos o no hallar lo que buscamos. Ver que todo está en proceso de cambio es uno de los remedios más efectivos para toda infelicidad y uno de los métodos más directos hacia la apertura espiritual.


La insatisfacción de lo sensorial

La segunda verdad es atender al mundo sensorial con lucidez para reconocer que las experiencias sensoriales siempre se agotan y son limitadas. Conforme vamos experimentando sonidos, olores, sabores, formas, colores o sensaciones táctiles menos nos satisfacen, se vuelven más monótonos y aburridos, y nos quedamos más vacíos. Por ejemplo, al principio el contacto puede resultar muy grato pero cuando continua sin interrupción durante horas y horas, empieza a ser agobiante y molesto. Lo mismo sucede con el resto de experiencias sensoriales, mientras más las sentimos menos agradables resultan, tenemos que parar dejarlas un tiempo y volver a ellas después de un tiempo para que vuelvan a producir agrado. La implicación de esto es que necesitamos dar al mundo sensorial el valor que tiene sin exagerarlo. Entonces disfrutamos de las cosas pero nos retiramos a tiempo sabiendo que no nos pueden dar mucho más. Cuando ignoramos esto y seguimos buscando apoyo y seguridad en los sentidos la vida se vuelve muy vacía, perdemos el valor de todo y la mente acaba hiperactiva  en todo tipo de estados mentales nocivos.


El vacío

El tercer punto es percibir el vacío. Esto es a veces, un poco difícil de explicar y entender. La cuestión es que cuando tenemos un conflicto con algo o con alguien, si somos honestos y miramos con atención, vemos que ese algo o alguien no existe. Es decir, si prestamos verdadera atención lo que vemos es vacío. Parece muy real, los sentimientos que tenemos son muy reales, pero eso que los produce, eso que sentimos tan concreto y definido no está. Ahí sólo hay vacío. Claro para ver esto necesitamos tener un gran poder de atención y mucha sinceridad con nosotros mismos, también necesitamos enfrentar el miedo y tener la valentía de rendirnos a la evidencia. Por ejemplo, si recibo una agresión de alguien, cuando llevo la atención a dicha persona tendría que decidir si tengo un problema con su cuerpo o con su mente, si me fijo en su cuerpo, tendría que ver que sólo es el producto de unos procesos biológicos y entonces tendría que analizar cuál de esos procesos me agredió, y así sucesivamente, llegaría un momento en que vería que no hay nadie que me agredió. Lo mismo si decido que fue la mente la que me agredió. El estado mental es sólo el resultado de otros muchos procesos mentales, si busco cual es el que me agredió no encuentro nada. Así que si me fijo con atención la persona que me agredió sólo está en mi mente, es sólo la imagen que me he formado de una configuración de procesos biológicos y mentales.

Atención íntegra a las relaciones

Así, si somos capaces de ver estas tres verdades como algo natural llegaremos a vivir con mucha serenidad y contentamiento. Sentiremos la vida con gratitud y belleza, y podremos vivir sin sufrir.

Pero también es importante crecer como personas. No es suficiente tener paz. Así, si queremos evolucionar y desarrollar nuestro potencial necesitamos atender algunos aspectos más. La mejor manera de despertar nuestras cualidades latentes es establecer relaciones fructíferas con los demás. En este sentido hay ciertas cosas adonde necesitamos llevar la atención para empezar a percibir que existen. Así en este campo, es importante:

§         Atender a las cualidades de los demás e ignorar los defectos,

§         Atender a aquello en que todos los seres somos esencialmente iguales,

§         Atender aquello que nos une a los demás y reconocer lo que nos separa

§         Ver a los demás sin fantasías basadas en deseos o necesidades

§         Ignorar lo que percibimos en los demás cuando estamos en un estado emocional destructivo (ira, envidia, adicción, dependencia...)

§         ver el intercambio que se produce constantemente en las relaciones con los demás,

§         ver lo que estamos recibiendo constantemente de los demás y sentir gratitud,

§         mirar a los demás de modo que el corazón se abra,

§         ver en los demás lo que nos despierta amor, compasión, empatía, perdón y alegría.

§         Y finalmente ver la esencia fundamental de los demás, más allá de su aspecto físico y sus condicionamientos, sociales, culturales, religiosos, políticos, etc.

En último término se trata de ver a los demás y verse a uno mismo más allá de las apariencia con la atención penetrante que percibe lo que somos de verdad.
Así, la meditación nos ayuda a prepararnos para mirar el mundo para saber dónde enfocar y mover la atención a aquello que nos interesa. Por consiguiente, la meditación es tan solo una manera de adiestrar la mente. Lo importante no es tanto la sesión de meditación sentado sino usar luego el entrenamiento de un modo apropiado. Cuando las verdades fundamentales son atendidas, entonces empiezan a existir para nosotros, y en consecuencia ya no hay vacío que llenar, ya no es preciso inventar sucedáneos y la vida es una bendición.

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