Tu voluntad, Señor y Dios mío.
¡Y he aquí! Él no tiene ninguna voluntad:
Él es sólo quietud».
Así escribe Angelus Silesius, el Peregrino Querubínico.
Pero en ese caso, ¿qué tenemos que hacer con la gran afirmación de Dante: «Su voluntad es nuestra paz»?
La respuesta es examinar nuevamente el Lugar que uno ocupa, y ver cuán vacío está de todo contenido suyo propio, y ciertamente de toda voluntad o intención. Y ver, también, cuán lleno está de esta escena, del mundo como se da ahora, completo con todos los sentimientos y pensamientos que están ahora coloreándolo y vivificándolo.
¿No es un hecho, en su propia experiencia ahora como la Fuente sin-voluntad, que su voluntad está perfectamente incorporada en todo lo que ahora está fluyendo desde esa Fuente, de modo que todo ello es perfectamente aceptable justamente como es? ¿Es posible ver Quién es usted, sin aprobar las cosas como ellas son? ¿Hay alguna otra vía, en último recurso, al auto-abandono verdadero, sino ser conscientemente el Uno que en Sí mismo no tiene ninguna voluntad, aunque es responsable de todo en el mundo? Ver que usted no está en el mundo, y que al contrario el mundo está en usted, es reconciliarse con toda su manifestación.
Hubo una vez un discípulo zen tan dotado que su Maestro eventualmente le envió a un Maestro más grande para la instrucción última. Para sorpresa del discípulo, su nuevo Maestro resultó ser una anciana pobre y bastante enferma, que parecía no tener nada que ofrecer. Pero al fin él extrajo su mensaje. Era éste: «No tengo ninguna queja».
Primero vea Qué y Quién es usted, establezca su verdadera Identidad, y entonces vea si usted tiene algo de qué quejarse.
Douglas E. Harding
La vía de un metro
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