· Intencionalidad: método para evaluar conductas
· Acción moral e inmoral
[...] Uno de los factores principales en la toma de decisiones de este tipo, y que, en última instancia, determina si nuestras acciones son moralmente correctas o incorrectas es la intencionalidad. Si la intención de la persona es obrar bien, la acción puede considerarse moral. Pero si, por el contrario, la intención es mala, diremos que se trata de una acción inmoral.
· Regla básica universal: ponerse del lado del otro
· Otroísmo como filosofía de la vida
Puesto que tener muchas reglas puede crear confusión, la mayor parte de las tradiciones religiosas han tratado de sintetizarlas en una única regla que determine el comportamiento moral del individuo, una regla básica que pueda aplicarse a toda decisión ética. Esta simple regla es conocida propiamente como la Regla de Oro: “Haz a los demás lo que te gustaría que ellos te hicieran a ti”. Variaciones de esta regla podemos hallarlas en el Nuevo Testamento, en el Talmud, en las enseñanzas de Confucio o Aristóteles, en el Corán y en muchos otros libros sagrados.
Los filósofos llaman a este enfoque “reversibilidad”. En otras palabras, póngase en el lugar de los demás e imagine cómo se sentiría si, en lugar de ser el agente de su acción, la consecuencia directa de ésta recayera en usted.
· Compasión y empatía
· Desarrollo de un verdadero amor
La empatía es la base de las relaciones éticas porque emotiva a la gente a poner en práctica los valores morales a través de sus obras. La empatía abre la puerta que nos hace compartir el dolor y la alegría de los demás; ayuda a establecer y a estrechar la comprensión mutua y las relaciones interpersonales. La empatía es el ingrediente fundamental del más preciado valor del ser humano: el amor.
· Ética y conducta moral social
· Importancia de los hábitos y costumbres
Hay personas que consideran que la ética consiste en obedecer las convenciones sociales. La raíz etimológica de la palabra “moralidad” es mores, voz latina que significa “costumbre”. En este sentido, las normas éticas no son más que el conjunto de hábitos y costumbres de una sociedad o grupo social aceptados por convención. Desde esta perspectiva, llevar una conducta ética significa seguir las normas propias de la sociedad en que se vive. Así pues, dado que la garantía de continuidad de una sociedad es la conformidad de sus integrantes con los valores que la identifican, cualquier sociedad privada de normas que gobiernen la conducta moral, se desmoronaría rápidamente.
· Egoísmo y responsabilizar a los otros
· Necesidad de la madurez humana
[...] Vivir éticamente, ser moralmente bueno, implica potenciar activamente nuestra voluntad. De no hacerlo, responsabilizaremos a los demás de nuestros errores, problemas y desgracias –reales o imaginarios–, adoptando una actitud victimista. Hacer de nuestra vida una obra de arte implica madurez moral, lo que requiere ser conscientes y responsables de las decisiones que tomamos.
· Sabiduría y conocimiento
· Dominio de la información y de saber
Sería un error identificar el conocimiento con la sabiduría, la percepción con la intuición o la erudición con el entendimiento. El conocimiento es un bien susceptible de ser adquirido. La era de la informática ha puesto prácticamente al alcance de nuestras manos una infinita cantidad de información, de conocimientos y datos. En la actualidad es posible “acceder” y “procesar” el conocimiento, pero no la sabiduría. Si bien las ciencias amplían nuestro conocimiento, no necesariamente hacen lo mismo con nuestra sabiduría.
· Gratitud por la cotidianiedad
· Exaltación a los presupuestos de la vida
La gratitud nos impele a ser conscientes de la importancia de los demás, de nuestras relaciones, responsabilidades y de todo cuanto dota de belleza y significado a nuestra vida. Descubrir que aquello que damos por supuesto es en realidad un milagro nos hace ser humildes. La gratitud nos ayuda a tomar conciencia de que hay algo superior que nos trasciende, que la vida no es fruto del azar. La actitud de la gratitud nos enseña que ser desagradecido no es moralmente bueno, que dar las gracias nos brinda la posibilidad de vivir en gracia.
La arrogancia o el orgullo injustificado son dos formas de autoengaño. La persona arrogante se engaña a sí misma al creerse más capacitada, poderosa, íntegra, popular o atractiva de lo que realmente es. En efecto, una persona arrogante suele estar convencida de que no tiene defecto alguno y, en consecuencia, achaca sus problemas a los defectos de los demás. Sin embargo, la arrogancia nos impide luchar por ser moralmente mejor. Persuadida de su perfección, la persona arrogante es incapaz de verse a sí misma tal y como es, de admitir sus propias limitaciones, porque está cegada por el orgullo.
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