Las acciones del presente preparan, como quien dice, las experiencias posibles y probables en el futuro. Esas acciones de hoy se establecen en función de la sed de placer y satisfacción, de nuestra aversión y rechazo al dolor y al sufrimiento.
Pero en términos generales, los resultados en el samsara casi siempre son negativos para la felicidad y la satisfacción. Ello se debe a que nuestro cuerpo y espíritu obedecen a reflejos automatizados (hábitos inconscientes) que se definieron por las acciones y emociones perturbadas en el pasado.
Se puede decir, en este contexto, que las perturbaciones y aflicciones mentales y emocionales son resultado de una grave confusión, o equivocación, cuando la conciencia no puede discernir correctamente entre una sensación, una percepción, una volición y un estado de conciencia.
En otras palabras, toda turbulencia mental entraña confundir las sensaciones con una percepción, o una percepción con la conciencia; o la conciencia con una volición, y así todas las combinaciones posibles entre los cinco agregados.
Debido a ello, la doctrina budista sostiene que la ignorancia, o el hecho de no saber distinguir correctamente la dinámica y las especificidades de cada agregado, conducen ineludiblemente al sufrimiento: al malestar de dukha.
Por tanto, si las causas originales están infectadas de sufrimiento e ignorancia, es natural que se produzcan efectos con las mismas cualidades. El sufrimiento kármico es un estado heredado del pasado, de ahí que esa legado se haga presente en acciones egoístas y erróneas que, a su vez, propician experiencias de sufrimiento en el futuro.
Para que se produzca el karma se requiere de la conjugación de cinco factores, a saber:
1. El objeto (vastu) o destinatario de la acción.
2. Una intención (samjña) o motivación de hacer daño o que quiere generar malestar y perjuicio.
3. Un esfuerzo (prayoga) por parte de la persona que va ejercer la acción kármica; ese esfuerzo puede valerse de algún factor como una herramienta, una máquina, un engaño o alguna otra cosa para ejercer presión física o moral.
4. La presencia de odio, codicia, celos y en general la ignorancia de cuáles serán los efectos de esa mala acción. La aversión y el rechazo son las emociones previas dominantes en la generación de karma.
5. La realización (nispatti), la afectación concreta y específica de la acción sobre una persona u objeto determinado; tiene que haber un resultado destructivo y perverso.
Como la producción de karma requiere de cinco pasos, si falta alguno de ellos se rompe el proceso. Por ejemplo, si una persona con afectaciones fisiológicas cerebrales tiene un impulso violento contra otra, la ataca y la lastima, no se produce karma, pues faltaría el segundo factor, no había una intención, una volición de hacer daño alguno. Por eso, decía que el karma no es destino, sino el resultado de una serie de circunstancias en donde la persona que lo produce es completamente responsable.
La misma mecánica funciona para la producción de méritos. Éste determina condiciones benéficas para las personas y facilita enormemente el estar satisfecho y contento.
Hay diversas maneras de generar méritos, entre las principales se encuentran los cuatros conmensurables:
compasión (karuna), amor (metta), gozo (mudita) y ecuanimidad (upekha); ser amable con todo objeto animado e inanimado; desarrollar generosidad y tolerancia, y evitar producir acciones negativas como destruir vidas, robar, mentir, tener un comportamiento sexual abusivo e intoxicarse.
El karma acaece cuando se realizan acciones mentales, verbales y físicas que producen un daño significativo tanto a uno como a los demás. Los méritos, en cambio, se producen cuando impulsamos el bienestar y la felicidad tanto para uno mismo como para otras personas. Al primero inevitablemente lo acompañan el odio y la ira, al segundo el amor y la compasión.
El funcionamiento del karma es inconsciente y determinando por la ignorancia, no así la generación de mérito que implica voluntad y claridad.
Generalmente estamos muy habituados a tener pensamientos erróneos y errantes, por ende, creamos comportamientos negativos, mientras que las experiencias que tenemos de felicidad son escasas, y surgen sólo cuando realizamos acciones positivas que requieren estados mentales lúcidos y emociones benévolas.
En el samsara el karma se constituye en la regla, los méritos son, desgraciadamente, la excepción. Por lo tanto, la producción de karma no requiere esfuerzo ni disciplina, ni sabiduría, elementos que sí son necesarios para la generación de méritos.
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