“El despliegue del corazón humano es artero y misterioso. Desearíamos que la vía de la iluminación fuera ordenada y previsible, pero los caminos del corazón constituyen un paisaje que sólo se descubre en el viaje. No podemos capturar la libertad y situarla en el tiempo. Para el espíritu maduro, la libertad es el camino mismo. Es como un laberinto, un círculo, el abrir de una flor, pétalo a pétalo, o una espiral cada vez más honda, una danza alrededor de un punto sereno, el centro de todas las cosas.
Siempre hay ciclos cambiantes: altibajos, aperturas, cierres, despertares al amor y a la libertad, seguidos en ocasiones por nuevos y sutiles enredos.
A lo largo de esta gran espiral, regresamos al inicio, una y otra vez, pero cada vez con un corazón más pleno y más abierto”
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