“La psicoterapia occidental se ha centrado fundamentalmente en el desarrollo de la sensación de identidad, mientras que el budismo, por su parte, es una tradición mucho más antigua que subraya la importancia de desmantelar el yo y que le confiere, dicho sea de paso, gran parte de su atractivo.
La mayor parte de los problemas que llevan al ser humano a la consulta del terapeuta, -y, hablando en términos generales, a los talleres de desarrollo personal- están ligados al hecho de no saber soltarnos, de estar bloqueados creativa o emocionalmente, de padecer insomnio, de sufrir aislamiento o alienación o de no disfrutar sexualmente. Muy a menudo tememos disgregarnos pero el verdadero problema es que no hemos aprendido a soltar nuestra necesidad de controlarnos a nosotros mismos. Y en ese sentido, la visión tradicional de la terapia en tanto que construcción del yo no suele hacer justicia a los motivos que habitualmente nos llevan a emprender un proceso terapéutico. Estamos buscando el modo de sentirnos reales, sin comprender, no obstante, que, para ello, tenemos que estar dispuestos a adentrarnos en lo desconocido”
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