La felicidad y el placer - Jorge Garcia Montaño





Ciertamente la felicidad se basa en la paz y la calma interna, pero a ello contribuye el que las necesidades materiales primarias se encuentren satisfechas.

El afecto, la honestidad y la justicia social repercuten en nuestro propio beneficio, pues no sólo se satisfacen las necesidades de los demás, sino que uno mismo se construye un medio ambiente que no amenaza la vida y en cambio coadyuva al beneficio propio, como lo afirma el Dalai Lama. “Es innegable que nuestra felicidad está indisolublemente unida a la felicidad de los demás.

Ahora bien, cabe distinguir claramente entre la felicidad y el placer. La felicidad tiene mucho más que ver con la paz y con las condiciones espirituales y materiales satisfactorias para todos, con las cualidades humanas positivas, como es la ayuda a los otros y el trabajo altruista. En cambio, el placer es un estado sensitivo y mental que depende de que el objeto de disfrute satisfaga el deseo sensual, que de hecho sólo se presenta en breves momentos. El placer está sujeto a las vicisitudes del mundo externo y depende totalmente de que se satisfagan nuestros deseos de todo tipo. Por eso el estado de placer, al realizarse entra a una fase de indiferencia, y posteriormente de desagrado y sufrimiento, principalmente cuando se convierte en vicio y en obsesión. El placer, dice el Dalai Lama, es como una vela que se agota en su mismo disfrute.

De todas formas, se puede afirmar que tanto la felicidad como el placer son elementos internos: reacciones internas a estímulos externos. Casi todo factor así considerado produce placer o sufrimiento.
Uno y otro se experimentan de esa manera porque hay secuelas e impresiones que se han conservado en la mente, y cuando uno entra en contacto con factores del mundo externo, se vuelve a sentir placer o sufrimiento de nuevo, según esas impresiones de la existencia previa.
De ahí que el tener plena conciencia de las huellas mentales, de las acciones pasadas y de sus resultados en el mundo interno y externo, constituye un ejercicio previo a la felicidad; sólo en la toma de conciencia de las repercusiones de nuestras acciones reside la paz interna.

Considerar que la felicidad se sustenta en la dinámica del mundo interno del ser humano, no descarta el hecho de que también los factores externos constituyen condiciones importantes para alcanzarla. No se puede desdeñar el peso del mundo material en el espíritu.



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