Cuando haces el bien, eres estimulado; cuando haces el mal, eres observado. El estímulo produce demandas, la observación produce problemas.
Por ello, el Camino no puede utilizarse para continuar buscando la fama, sino que puede utilizarse para retirarse a un proceso de autorrealización.
Por ello, los sabios no buscan el renombre por sus actos ni buscan la alabanza por su conocimiento. Su comportamiento sigue a la naturaleza de manera espontánea, sin añadir nada por sí mismos.
Hay algo que no es realizado por quienes planifican, algo que no es alcanzado por quienes buscan. La gente queda exhausta, y el Camino no les atraviesa.
Poseer conocimiento y no hacer nada tiene el mismo mérito que no tener conocimiento. Tener capacidad pero no explotarla tiene la misma virtud que no tener ninguna capacidad. Si tienes conocimiento, pero parece que no tienes ninguno, si tienes capacidad, pero parece que no tienes ninguna, el designio del Camino triunfa y el talento humano desaparece.
La personalidad y el Camino no son ilustres al mismo tiempo: si las personas están enamoradas de la reputación, no utilizan el Camino; cuando el Camino supera a la personalidad, entonces la fama se detiene. Cuando el Camino se detiene y se exhibe la personalidad y la fama, existe el peligro y la destrucción.
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